La eliminación en segunda ronda a manos del Amorebieta es una nueva muestra de la falta de capacidad de Calleja para sacar el proyecto adelante y que el objetivo real es alcanzar los 50 puntos.
Lo malo de tirar la eliminatoria de Copa a la basura como ha hecho Calleja (y la plantilla) por su falta de intensidad ya no es solo el hecho de caer a las primeras de cambio, en segunda ronda, sino, sobre todo, la confirmación fehaciente de que el objetivo real de este equipo es alcanzar los 50 puntos en Liga. Cuando llegue ese día habrá una nueva fiesta en el vestuario para celebrarlo.
Porque un entrenador ramplón y sin ambición no parece querer aspirar a más. Va esparciendo las cenizas del fracaso por el área técnica, carente de un esquema de juego definido y con los jugadores perdidos por el campo, sin automatismos adquiridos, sin nadie que les oriente sobre si jugar al patadón, al contrataque, al pase corto, a mantener la posesión, presión alta, baja o semipensionista, donde cada uno hace la guerra por su cuenta. Un equipo intermitente y sin continuidad en el juego. Encomendados solo a alguna genialidad individual esporádica o un golpe de suerte. Sabemos que contamos con buenos y talentosos futbolistas en la plantilla: Oriol, Pablo Martínez, Andrés Fernández, Kocho, Fabricio, Alex Muñoz… pero andan como pollo sin cabeza.
La breve Copa ha servido al menos para ver el ilusionante debut del chaval Buba Sangaré y volver a constatar la enorme calidad y clase de Carlitos Álvarez. Nada más.
Ni siquiera nos sirve como consuelo aquello de “una derrota útil” que acuñó el verborreico Valdano tras caer en Copa con el equipo vecino. A los pocos días fue cesado. “Ahora nos podremos centrar en lo importante”, comentó anoche alguien bajando las escaleras al abandonar el Ciutat. No sabemos bien si se refería a la Constitución o a la Copa del Rey, como si esta nos hubiera descentrado algo. Al menos ha servido para ver el ilusionante debut del chaval Buba Sangaré (¡16 años!) y volver a constatar la enorme calidad y clase de Carlitos Álvarez. Nada más.
El “calentón” de los granotas es comprensible. Tenemos la sensación de que unos y otros nos toman el pelo. En el campo y en los tejemanejes de los despachos. Mientras vamos acumulando disgustos cada semana vemos cómo el club no termina de arrancar. Y no somos capaces de resignarnos y “recuperar la ironía”, como recomendaba García Nieves tomando cierta distancia. Nos afecta. Sobre todo, porque no vemos salida y crece la desesperanza.
Es cierto, como escribe el maestro Felip Bens, que la grada de Orriols se ha convertido en un “espacio de resignación y frustración”. Pero no por eso vamos a dejar de ir cada jornada con los nuestros, por muy insufrible que llegue a resultarnos. Mientras tengamos fuerzas, ahí estaremos siempre al pie del cañón. A pesar de los pesares. No abandonaremos a nuestro Levante. Pase lo que pase. O no.
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