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Primer punto

  • José Martí
  • 18 sept
  • 2 Min. de lectura

La nave granota está lista para despegar en Girona.


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El Levante empieza a arrancar por fin en esta carrera de fondo que es la Primera División. Poco a poco va cogiendo velocidad. Ya promete y deja entrever un bloque competitivo, con la progresiva adaptación de las nuevas llegadas (laterales y portería consolidados; Etta Eyong es explosivo y Arriaga, tras sus buenos primeros diez minutos, está listo para la titularidad en Girona).


La afición granota también anda concienciada con la necesidad de apretar desde la grada para empujar a los nuestros. Sostenemos que gran parte del empuje en el Ciutat en los primeros minutos, del carácter con el que los jugadores salen a por el partido en casa, está alentado por la creativa y motivadora previa que organiza Pau Ballester desde la sala de mandos.


Nuestro espectacular speaker consigue insuflar energía a los jugadores desde la salida del túnel de vestuarios, crear un caldo de cultivo estimulante, un chute de adrenalina extra, que, junto con la arenga previa en el vestuario, hace que salgan enchufados, vuelen y vayan a por todas pasando al inicio por encima del contrario. Lástima que los partidos duren más de media hora.


Nuestro espectacular speaker consigue crear un caldo de cultivo estimulante que les hace salir enchufados.

Asignaturas pendientes: el aspecto físico que provoca un preocupante bajón a medida que avanza el partido, y -en segundo lugar- el temor escénico a ganar que instintivamente incita a los jugadores a dedicarse a defender, a regalar la posesión, acorralados atrás. Y eso, sin tener músculo en el centro del campo para frenar la ofensiva, es casi una conformista declaración de intenciones para no ganar el partido.

Falta confianza. Resulta suicida renunciar a tener el balón desde el minuto quince dejando crecer en el partido a jugadores rivales de gran calidad que, lógicamente, se vienen arriba si les permitimos tocar y crear con libertad.


Pero esto, insistimos, es una carrera de fondo. Calero lo sabe. Sigue ajustando, adaptando jugadores y encajando las piezas con el cambio de sistema a defensa de cuatro, dos atacantes y libertad creativa para Carlos Álvarez. Solo falta creérselo y perder ese miedo atenazante que impide creer en la victoria. Labor del míster.


Montilivi, próxima estación. Nos trae grandes recuerdos con aquel gol de Enis Bardhi que nos dejó en Primera. Vaya día. Menudo desplazamiento. Aunque, como aconsejó el hoy recordado Robert Redford, “nunca vuelvas a visitar el pasado, eso es peligroso. Ya sabes, sigue adelante”. Girona el sábado a mediodía (otra vez con altas temperaturas) es el terreno ideal para despegar. El primer paso ya está dado. O no.

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