Dan para una serie de terror. Nos recorre un escalofrío por el espinazo cada vez que vemos a alguno de sus tres protagonistas atacar un balón. Sin desdeñar la aportación de Son como actor secundario.
Podría ser el título de una serie. Como “Las chicas del cable”, “Los Soprano” o “Los vigilantes de la playa” pero de terror, no apta para menores de 18 años dado lo obsceno de algunos momentos estelares, y advirtiendo en los títulos que, si eres aficionado del Levante, determinadas escenas pueden llegar a herir tu sensibilidad y atacarte los nervios.
El último capítulo de esta temporada ha sido en Butarque, aunque seguro que habrá más. Primero el habitual penalti infantil de Vezo, arrollando al rival por detrás, y luego con la patada al aire de Postigo tras el pase envenenado de su pareja de baile. Casi nos cuesta la derrota. En Gijón, el error de Roberto Suárez, alias Róber Pier, supuso el empate. Un trío épico. Son los grandes protagonistas de la serie, sin desdeñar a Son como actor de reparto, siempre presto a aportar incertidumbre y sembrar el pánico por la derecha.
Varios empates a cero nos hicieron pensar que el problema estaba resuelto. Su nivel en esta categoría es superior en prestaciones y salta a la vista que, en general, resultan solventes, unos buenos centrales para Segunda… hasta que les aprietan un poco y vuelven a quedar en evidencia repitiéndose el mismo guion.
No deja de sorprendernos comprobar cómo cometen el mismo error una y otra vez, con reincidencia, como si no aprendieran, con fallos de concepto flagrantes. Tanto es así que nos preguntamos cómo han logrado superar con creces el centenar de partidos en el club y llegar a ser los supercapitanes.
Si queremos ascender es necesario más intensidad y rendir al cien por cien. En Segunda ningún equipo ha ascendido solo con la calidad.
El fútbol, antes que cualquier otra cosa es un juego y, por eso, también tiene mucho de azar, como todos los juegos. Por eso nuestros comentarios pueden resultan crueles, quizás injustos. Lo sabemos. Son humanos y pueden errar. Es más, estamos seguros de que en muchas ocasiones se habrán prometido a sí mismos que no van a volver a caer en el mismo fallo. Cuántas veces se habrán conjurado y se habrán recordado ese lastre… y cuántas veces nos quedan por volver a verlos equivocarse. Igual es que son así, incorregibles, “incapaces de usar la balanza mental que mide el riesgo y la recompensa” como escribió aquél.
¿Por qué Rubén Vezo, un buen jugador, ataca el balón en los pies del delantero pepinero como si fuera un toro? ¿Acaso no sabe del peligro de cometer penalti? ¿Por qué le entrega una piedra a su compañero en lugar de quitarse el balón de encima? No son máquinas. En ese momento prima la intuición, el instinto sobre la razón… y el exceso de confianza. Si queremos ascender es necesario más intensidad y rendir al cien por cien. En Segunda ningún equipo ha ascendido solo con la calidad. “El hambre” del que habla Guardiola.
“Los centrales del Levante” es una serie que nos provoca escalofríos cuando vemos a sus protagonistas atacar un balón, pero es lo que hay. No nos queda otra que seguir el consejo del mítico periodista de la CBS, Eric Sevareid: “mejor confía en el hombre que se equivoca que en aquél que nunca duda”. O no.
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