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Victoria segura

  • José Martí
  • hace 2 días
  • 2 Min. de lectura

Ganamos frente a la Real. Seguro. Al menos eso asegura la estadística.


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Hay gente supersticiosa. No solo creen que si pisan un excremento tendrán suerte, o desgracia si se cruzan con un gato negro o pasan por debajo de una escalera, sino que, incluso, están convencidos de que, si el partido de fútbol televisado marcha según sus intereses, deben mantener los objetos próximos en la misma posición o seguir sentados en el mismo lugar. Y viceversa.


Sin ir más lejos, en el partido de Copa frente a la Cultural Leonesa, un servidor tuvo que cambiar con el mando de la tele el audio de los comentaristas cuando, tras el enésimo error en un pase del casi prejubilado Morales, dijeron sin inmutarse: “son extraños los fallos del comandante, inusuales en un hombre con tanta calidad como él” (sic). Ahí supimos que aquello era irremontable.


En el descanso intentamos cambiarlo todo para tratar de modificar el sino de la eliminatoria: quitar el audio, movernos de sitio en el sofá, la iluminación del salón encendiendo las luces del Belén decorativo en un lateral, incluso nos cambiamos de ropa para estar más cómodos… Pero de nada sirvió. Ese comentario tan gratuito e indocumentado del narrador fue gafe y lastró cualquier posible atisbo de remontada. Eliminados de la Copa por culpa de un bocazas indocumentado.

"En los trece enfrentamientos entre Levante y Real Sociedad en Primera, en el Ciutat, el balance es de ocho triunfos locales"

Dentro del mundo de la superstición, hay un grado superior: la estadística. Sus fieles correligionarios piensan realmente que los números vaticinan el futuro. Uno de sus creyentes me asaltó ayer para convencerme de la victoria segura frente a la Real Sociedad. Ante mi cara de escepticismo, me respondió contundente: “En los trece enfrentamientos entre Levante y Real Sociedad en Primera, en el Ciutat, el balance es de ocho triunfos locales, dos para la Real y tres empates. O sea, que ganamos seguro. Los números no engañan”.


Poco le importa a mi amigo la situación de interinidad del banquillo (¿granota o donostiarra?), la ausencia de juego o la incapacidad para marcar gol. Lo suyo es una fe ciega en la estadística. 


Aunque todavía nos podría quedar otra opción, ahora que llega la Copa de África: practicar vudú en el banquillo, y que Morales aportara de verdad algo al equipo y le fuera clavando alfileres a un muñequito de Oyarzabal cada quince minutos. Triunfo asegurado. Es broma. O no.

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