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José Martí

Valencia es granota

La cifra de abonados va camino de igualar (o superar) la del curso pasado. Necesitamos formar parte de una comunidad y la mejor posible es la familia levantinista.

Valencia es granota

Los granotas nos sentimos muy orgullosos de nuestra gente. Lo demuestra la cifra de abonados que se han vuelto a subir al carro para la próxima temporada, camino de superar los del último curso, pese a las contrariedades, torpezas y continuos disgustos que venimos padeciendo. O quizás por eso. Crecimos identificándonos con cierto sentido trágico de la vida.


Nos gusta ganar, claro, pero sólo de vez en cuando, para hacer gárgaras con el resultado y quitarnos de la boca, temporalmente, el sabor de la frustración. Por eso nos caen mal, en principio, los triunfadores, los que ganan siempre, los poderosos. No solemos soportar la arrogancia o la prepotencia, insisto. Cristiano Ronaldo, por ejemplo, su narcisismo nos parece obsceno. Nunca podríamos ser de otro equipo.


A los granotas nos une el sentido de pertenencia. Juntos compartimos un mismo escudo y sentimiento. Como sostiene la escritora Rosa Montero, “somos animales sociales, necesitamos a la familia, al clan, a la horda, a la tribu, necesitamos la aceptación de nuestro entorno y formar parte de una comunidad. Sin eso, la vida se parece mucho a la muerte”. Por eso las penas del destierro son tan duras.


Por eso se nos alegra el corazón cuando nos cruzamos por la calle con alguien portando distintivos levantinistas (o levantinos, como puntualizaría Felip Bens). Y por eso en el trabajo, en nuestro entorno, sabemos perfectamente quiénes formamos parte de la familia granota. Nos conocemos. Un compañero se ha decorado toda la pared de su despacho con carteles tamaño A3 con la promoción oficial del club, asegurando con rotundidad que determinados pueblos y barrios son granotas. Puede que seamos un poco raros, variopintos, sí, pero buena gente seguro.


Tres generaciones se juntan en las gradas de Orriols y cantan juntos como una manera de sentirse unidos en una misma causa..

En las gradas del Ciutat se pueden contemplar muchas familias, con abuelos, padres, madres, hijos... Tres generaciones se juntan en Orriols. Los veteranos que vieron la Levante en Primera en Vallejo (cada vez menos). Los que hemos padecido la travesía del desierto. O los menores de 30 años que piensan que nuestro sitio natural es estar arriba del todo y que lo de ahora es solo una breve anomalía temporal.


Todos entonamos “en las barras azulgranas de tu clásico jersey” al unísono al inicio de cada partido, bufanda en mano. Cantar juntos es otra manera de sentirse unidos en una misma causa. Lo vemos con los himnos nacionales en la Eurocopa. El canto emociona, esperanza, une. “La música aporta una sensación de poder. Por unos segundos eres parte de algo más grande, dejas de ser una minoría. Eres fuerte”. Lo dice la profesora Naomi Ziv, investigadora del efecto psicológico de la música en movimientos sociales. “La afición más fiel y sana”.   


Quizás ser granota consista en moverse siempre con el espíritu que animaba al personaje de Stubb en Moby Dick: “No sé muy bien lo que me espera, pero, en todo caso, iré hacia eso sonriendo”. Que nos lo pregunten a los más de 13.000 ilusos que ya nos hemos sacado el pase. O no.

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