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Una voz nos persigue

  • José Martí
  • 13 jun
  • 2 Min. de lectura

Es momento de pensar en el futuro. No solo en el deportivo. También en el modelo de club que queremos transmitir a los jóvenes granotas.


Hay voces imposibles de acallar. Viven dentro de nosotros, nos conocen y nos persiguen. Quieren respuestas y son constantes como un reloj. Por eso, aunque dos semanas después intentemos seguir revolcándonos en la alegría del ascenso, una voz interior pretende amargarnos la fiesta y nos acecha con preguntas del tipo si tendremos un equipo de garantías para el curso que viene, si la mitad de la actual plantilla no sirve para Primera, si los más veteranos deberían apartarse a un lado, si los abonos son demasiado caros, si Calero estará a la altura, etc, etc… vamos, un sin vivir. Debe ser la edad. O el histórico fatalismo granota de quienes peinamos canas y tendemos a desconfiar si la fortuna nos sonríe.


Algo así como lo que escribía el gran José Luis García Nieves que le sucedió en Burgos. Mientras él gritaba “¡Defensa, defensa!” tras el 2-2, los jóvenes a su alrededor clamaban como posesos “¡Sí se puede, sí se puede!” en busca del tercero.


Tenemos dos opciones, como casi siempre en la vida: o abonarnos eternamente a la inquietud y al sufrimiento; o relajarnos, seguir relamiéndonos en que somos los campeones y abandonarnos confiadamente en quienes se encargan de preparar la próxima temporada. Lo segundo es más saludable. Acallar las voces interiores y tratar de autoconvencernos de que competiremos con garantías. Dedicarnos estos días a disfrutar tranquilamente en el sofá de la pelea encarnizada en las eliminatorias de ascenso. Por supuesto, vamos con los de Lisci y Postigo. Sin duda.

"Deberíamos ser capaces de transmitir los valores granotas a las nuevas generaciones para continuar creciendo y poder asentarnos en la élite no solo en el ámbito deportivo sino también el social"

Aunque, mientras tanto, podríamos darle vueltas al modo de aprovechar el enorme caudal de juventud granota que revienta las costuras de la masa social para asentar nuestros valores diferenciales, fomentar la cultura de club, profundizar en nuestra personalidad y arraigarnos más en las entrañas del territorio. Casi nada.


Permítannos una anécdota ilustrativa. En los años noventa una empresa de reparto de periódicos lucía en las lunas traseras de sus cuatro furgonetas con matrícula de Madrid una pegatina con el lema “Yo soy del Levante UD” acompañada de la clásica imagen de una rana erguida sobre un ancla con el escudo. Le pregunté al propietario el motivo, ya que ni él tenía la suerte de ser seguidor granota, ni era futbolero ni era frecuente en aquella época lucir signos externos de identidad levantinista. “Llevar eso significa ADN valenciano 100%; nada hay más valenciano que ser del Levante”, me respondió. Tenía razón.


Ahora que miles de jóvenes están asentando sus convicciones azulgranas, desde la entidad, desde el entorno cultural granota, deberíamos ser capaces de transmitir ese tipo de realidades y valores a las nuevas generaciones para continuar creciendo y poder asentarnos en la élite no solo en el ámbito deportivo sino, sobre todo, en el social. También nos persigue esa voz. O no.


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