The Levante Globetrotters
- José Martí
- 14 mar
- 2 Min. de lectura
Calero asegura que, tras encadenar por primera vez esta temporada tres victorias seguidas, no somos los Globetrotters.

No me negarán que Calero es un “flipao”, que se dice ahora. Él mismo se lo cuenta todo a sí mismo en sus ruedas de prensa verborreicas. Nadie ha pensado que este Levante se ha convertido en los ‘Globetrotters’ del fútbol tras tres victorias seguidas. Nadie. Al parecer sólo él. Porque los tres partidos, sobre todo los dos últimos frente al Eldense y Efesé, fueron -al margen del resultado- muy pobres en cuanto a juego desarrollado: plano, aburrido y sin ideas ni variantes futbolísticas. Muy alejado de la explosividad, magia, exhibición y entretenimiento de los Harlem. De hecho, la grada en algún momento se lo recriminó. Pero el técnico oye lo que quiere. Como lo de Espí. Este Levante de Calero no es precisamente aquél recordado y mítico Huracán argentino de las 3G entrenado por Cesar Luis Menotti: ganar, gustar y golear. No.
Solo el mago Carlos Álvarez podría considerarse globertrotteliano. Hace diabluras con la pelota, capaz de salir por cualquier lado, driblar, desequilibrar, repartir juego y pasar como nadie.
"Calero lamenta que el equipo falle ocasiones claras. Pero qué pretende si es Morales quien dispara. Milagros a Lourdes"
Como excusa ante el juego ramplón, Calero lamenta que el equipo falle ocasiones claras. Pero qué pretende si es Morales quien dispara. Milagros a Lourdes. Y luego, en rueda de prensa, el míster trata de justificarlo diciendo que “siente el escudo”. Pero eso no viene al caso. La cuestión es si da la talla en el campo o no. Y es evidente que no. Y mientras tanto, Brugué, Forés y Espí esperando en el banquillo.
A Calero le sucede con lo de Morales como a aquellos tipos que en la coronilla asomamos un claro sin pelo, del que a menudo todo el mundo tiene constancia menos el propio afectado, que empieza a ser calvo y lo ignora.
Pero las gradas lo saben todo y le recuerdan su alopecia. Las de Orriols también, aunque tengan un hueco en un gol. La grada es lista. Tal vez sea por la cantidad de almas en éxtasis que han acogido, por las horas frente al juego o sencillamente porque son gradas, nacieron para eso y es una mera cuestión de instinto. Pero el caso es que lo saben. Saben qué jugador tiene algo diferente y merece pisar ese césped y su aliento. Saben que Carlos Álvarez es un futbolista único. No recordamos nada semejante por estos lares. Igual que la grada ya no espera nada de las ocasiones de Morales porque sabe que, a lo sumo, acabarán en un uy. La excepción siempre es una sorpresa.
A estas alturas de temporada es necesario asentar lo avanzado. Ganar en Huesca, con desplazamiento masivo, Granotas on tour, y continuar con paso firme para afrontar con garantías y seguridad el último cuarto liguero. Como escribía Gustave Flaubert en sus Correspondencias, “para establecer algo duradero, se precisa una base fija. El futuro nos atormenta y el pasado nos retiene. De ahí que el presente se nos escape”. Hemos llegado arriba y ahora no se nos puede escapar. Pese a todo. O no.
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