La apatía de un equipo
- José Martí
- hace 2 días
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El enfado entre la afición, tras el ridículo del derbi, pone el foco en la falta de reflejos de Calero y su capacidad para levantar la situación.

La desidia en la que ha caído el equipo de Calero ha provocado que empiecen a encenderse las alarmas en el levantinismo.
La continuidad del míster en el banquillo no peligra a corto plazo, aunque empieza a perder crédito a marchas forzadas. Quien hace una semana quería renovarle a ciegas ahora empieza a dudar de su capacidad para sacar esto adelante tras el ridículo de Mestalla, donde un equipo blandito y cobarde, sin saber a qué juega, se entregó ante el peor Valencia en años.
Comienzan a abrirse las heridas en el vestuario, con una manzana podrida de ego que ni siente el escudo ni suma. Ojo, los galones deberían ser para quien tira del carro y se lo cree, no para quien -al borde de su retirada- solo mira su ombligo.
Los jugadores empiezan a dudar de un entrenador que intenta transmitir energía y motivación de boquilla pero que, en realidad, demuestra poca ambición en el campo, no se lo termina de creer y minusvalora el potencial de algunas de sus piezas, pensando en el fondo que tiene una plantilla peor de lo que realmente es.
"La tensión en la grada, lógica en un derbi, habla bien de la positiva evolución del Levante y la creciente rivalidad entre aficiones vecinas"
Julián Calero, más allá de su evidente locuacidad, viene demostrando jornada a jornada su escasa capacidad para leer el desarrollo de los partidos, planteando tarde y mal los cambios. Sin una propuesta de juego atractiva, cobarde, sin identidad ni ideas. Y los jugadores son los primeros en percatarse de sus carencias.
Respecto a lo vivido en el campo con nombre de acequia, los granotas desplazados nos sentimos abandonados por el equipo. Su dejación y ausencia del terreno de juego en la segunda parte nos dejó a los pies de los caballos. Aunque en el fondo, la tensión en la grada, lógica en un derbi, habla bien de la positiva evolución del Levante como club y la creciente rivalidad entre aficiones vecinas. Poco queda de aquel paternalismo protector de antaño, de quien nos miraba por encima del hombro con aire de superioridad.
Y ahora toca la visita al Ciutat de un Athletic Club mermado. Momento único para cambiar la dinámica y ganar de una vez en casa. La victoria es la solución para restañar heridas. La antepenúltima oportunidad de Calero. O no.








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