El valor diferencial de esta plantilla es el entrenador. Ahora hay un patrón de juego definido.
Nos preguntamos si el Levante cuenta con mejor plantilla que la temporada pasada, si faltan posiciones por cubrir con ciertas garantías o si comeremos mortadela o salmón. El secretario técnico asegura que “nos morimos de hambre”, el entrenador que se come lo que haga falta y, mientras, alineamos de salida un fiambre caducado en la delantera, titular por decreto ley.
Resulta una discusión bastante superflua que, a estas alturas, solo conduce al pedaleo en bucle y a un callejón sin salida. Lo cierto es que el valor de mercado de la plantilla se ha reducido a la mitad en solo dos temporadas. Aunque eso del valor es relativo. Hay que presuponerlo, como en la mili.
Solo el tiempo y la fortuna en forma de lesiones darán o quitarán la razón a unos u a otros. Si los partes médicos se prodigan cada semana, aseguramos que la plantilla se quedará corta para una temporada larga. Caso contrario, si el bloque no se descompone por las lesiones, Felipe quedará como un genio al dejar solo tres centrales más Iborra y permitir que canteranos como Cabello, Andrés García, Xavi Grande, Navarro. . . se consoliden y crezcan como futbolistas. ¿Quizás harían falta más delanteros tras la salida de Bouldini porque el otro Carlitos, Espí, está verde y el “Cono andante” solo es un estorbo? Vaya usted a saber.
"En nuestro 115 aniversario los granotas nos repetimos machaconamente el “todo saldrá bien” de Calero"
La realidad es que el auténtico salto diferencial de la plantilla respecto al curso pasado es el entrenador, Julián Calero. Basta contraponer las declaraciones postpartido para percibir la enorme diferencia con lo que padecíamos antes. Tras empatar a dos en Ipurúa: “Se nos han escapado dos puntos y ya no vuelven”. Calleja (y predecesores) se habrían felicitado por el resultado, en plan “hemos arrancado un punto en un campo muy difícil”. Como si lo estuviéramos viendo.
El pelado madrileño es un entrenador inconformista, ambicioso, que siempre quiere más (“hay que ganar seguridad atrás”). Ahora hay una idea de juego sobre el césped. Cada futbolista sabe lo que tiene que hacer y no va por libre. Lo vemos también con la marcha del equipo. Lo que antes se enfocaría desde el banquillo con un “estamos bien y no conocemos la derrota”, ahora resulta ser un “hemos perdido cuatro puntos en los dos últimos partidos”. El cambio de enfoque es sustancial. Así se sube.
En la celebración de nuestro 115 aniversario (“en 1909 naix el club que porte al cor”), los granotas nos repetimos machaconamente su “todo saldrá bien” para ahuyentar los malos rollos y autoconvencernos que a la tercera va la vencida. Calero nos representa. O no.
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