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Nos hacemos mayores

  • José Martí
  • hace 11 minutos
  • 2 Min. de lectura

Con la edad adquirimos manías que a veces nos convierten hasta en visionarios del futuro.


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Nos vamos haciendo mayores con el tiempo. No solo por nuestra alopecia galopante (se acelera cada semana que pasa) sino por nuestras reacciones futbolísticas. Hemos descubierto que somos capaces de anticipar el desastre. Y eso nos preocupa. Prevemos lo que va a ocurrir, como si fuera una visión. Y eso es una catástrofe.


Llegamos al campo sabiendo que Jorge De Frutos nos iba a marcar gol. Seguro. Así ocurrió. No uno, dos. Que Jose Luis jugaría sus diez minutitos obligatorios con independencia del resultado. Y eso es una ruina… deportiva (económica no; si no juega cobra más). O que el primer cambio del Levante no llegaría hasta el minuto 70, fuésemos ganando o perdiendo 0-3. Todo eso lo visualizamos al subir las escaleras de acceso a las gradas del Ciutat.


Por si fuera poco, hemos desarrollado un instinto que nos reprime. Cuando el Levante marca somos incapaces de celebrarlo como toca porque, siempre, sospechamos que el VAR lo anulará, hasta el punto de ver cosas que nadie ve: una falta anterior que pasa inadvertida para todos (menos para el asistente en Las Rozas, claro) que provoca que, mientras avanza la jugada, pensemos que da igual cómo acabe porque no subirá al marcador, aunque el balón entre. El árbitro se llevará la mano al pinganillo y pitará seguro. O sospechar un posible fuera de juego milimétrico en el origen del primer pase media hora antes. Ay, ese talón.


El miedo a la anulación vía videoarbitraje nos coarta la celebración. Hasta el punto de no compartir apenas el alborozo prematuro de la grada. “Esperaros, esperaros”, recomiendo mientras alrededor todos lo festejan con abrazos.


El fútbol moderno ha conseguido el absurdo de que se celebre un gol por todo alto con la megafonía atronando, nombre del goleador coreado, dedicatoria personalizada, escenografía en las megapantallas… y - cuando ya ha terminado el festejo - anularlo todo y continuar el juego como si aquí no hubiera pasado absolutamente nada. Ese temor hace que nos hayamos vuelto tan agoreros que no lo celebramos hasta que no sacan de centro. Entonces sí. Lamentable.


"Nos duele que este club ahora tenga “un amo” y sea, de hecho y de derecho, mucho menos de los granotas de lo que era antes" 

Ojo, esos barruntos premonitorios también nos hacen disfrutar más con los éxitos… y sufrir con las dificultades. Por eso nos inquieta que la propiedad de nuestro club se haya concentrado desde esta semana en una sola persona, al margen de quien sea. Por muy buenas palabras e intenciones que se tengan, esa excesiva personalización nos hace ver el peligro (y la tentación) que eso supone para el futuro de la entidad. Nos duele que este club ahora tenga “un amo” (permítanme la expresión tan valenciana) y sea, de hecho y de derecho, mucho menos de los granotas de lo que era antes. 


Nos preguntarán -oh oráculo canoso- qué pasará el domingo en Mallorca. Se lo podremos decir ese mismo día, pasadas las cuatro. O no.

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