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No somos colistas

  • José Martí
  • 4 sept
  • 2 Min. de lectura

La llegada de Etta Eyong hace olvidar las penurias de inicio de temporada.


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La temporada es larga. Apenas se han jugado tres jornadas y todo está en fase de asentamiento, con el mercado de fichajes recién cerrado. Por eso nos sorprende cómo parte de la afición granota se ha levantado en armas poniendo el grito en el cielo tras el ridículo de Elche. Sonrojo no solo por el resultado sino más bien por el planteamiento reduccionista de Calero, renunciando al estilo de juego que tan buenos resultados nos proporcionó el pasado curso.


La inquietud nos invade porque el equipo no termina de animarse a abandonar de una vez la casilla de salida del tablero de la Liga. Cierto, pero hay motivos para la esperanza.


El cierre del mercado ha resultado un notable éxito con la ilusionante llegada de Etta Eyong (excelente operación), la continuidad de Carlos Álvarez y el regreso -por fin- de los fichajes estivales lesionados. Tan exitoso ha sido que casi nos hace olvidar lo sucedido hasta ahora y afrontar de nuevo con renovada ilusión el regreso tras el parón liguero frente al Betis.


El ecosistema granota está poblado de agoreros que ya ven el descenso como algo irremediable. Discrepo. No con lo de los agoreros sino por lo de bajar seguro. En general estamos a favor de la discrepancia, sobre todo si la discrepancia coincide con nuestra opinión. Pero en este caso sabemos que lo vivido en agosto tiene un inevitable aire de provisionalidad que poco tendrá que ver con lo que suceda a partir de la cuarta jornada. Todo comienza a partir de ahora. Empezamos de cero, valga la redundancia.  


Somos el Levante. Con sus luces (el emotivo homenaje al fundador del club, José Ballester Gozalvo, con su vuelta a casa 55 años después de su fallecimiento) y sus sombras (ocupar la zona baja).


"Nuestro sino es el sufrimiento. Es el camino que hemos elegido, el estrecho y tortuoso. Y no lo cambiamos por nada".

¿Qué esperábamos? Nuestro sino es el sufrimiento. El yunque. Es el camino que hemos elegido, el estrecho y tortuoso, lleno de espinas. Y no lo cambiamos por nada. De antemano ya sabíamos -desde la celebración de mayo en El Plantío- que sufriríamos para evitar el descenso, que vamos a tener que acostumbrarnos a convivir en las arenas movedizas de abajo durante toda la temporada. Por eso no hay que ponerse nerviosos y estar a muerte con el equipo, animando hasta el final. Debemos saber gestionar la situación para lograr el objetivo, sin perder la calma, buscando lo positivo: por el momento no somos colistas y estamos a solo dos puntos de la salvación.


Nuestra querida esposa, mujer sabia, nos lo advirtió tras el disgusto del Martínez Valero. “En Primera esto va a ser lo normal. Acostúmbrate. No puedes cogerte esos sofocones, porque la Liga es dura y las alegrías van a ser las justas”. Estamos trabajándolo. O no.  

  


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