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José Martí

Las Juntas de accionistas

Al final, unos se marchan aliviados por haber superado el escollo y otros decepcionados sin apenas haber cubierto ninguna de sus expectativas.


Las Juntas de accionistas de los clubes de fútbol son intrascendentes. Si el equipo marcha bien en la clasificación, un mero trámite para el gestor que comparece; pero si las cosas andan torcidas en el césped, un mal trago. A nadie le resulta grato tener que salir a dar la cara de manera obligada para explicar las cuentas y justificar lo no cumplido. Y más si no tiene hábito de hacerlo y suele rodearse de gente que tiene la buena costumbre de decir solo lo que este quiere escuchar.


Los asistentes a esas asambleas suelen ser jubilados sin nada mejor que hacer, algún sentimental despistado, socios-accionistas siempre minoritarios con afán de protagonismo y ganas de hacer ruido para cambiar las cosas o, en cuarto lugar, fieles palmeros reclutados por la oficialidad para hacer bulto y acallar posibles críticas. En cualquier caso, insisto, resultan intrascendentes. Nada de lo que ocurra en ese salón de actos va más allá de esas cuatro paredes ni apenas tiene consecuencias finales.


La técnica más habitual utilizada por los convocantes es la de aburrir al personal bombardeándole con todo tipo de datos, balances de resultados ininteligibles, tecnicismos y palabrería hueca de modo que, cuando llega el punto de “ruegos y preguntas”, el mayor ruego de los presentes es que acabe pronto. Mucho blablablá, deseos de buenas intenciones que para eso estamos en vísperas de la lotería, tiempo de paz, felices fiestas a todos y poco más. Al final, unos se marchan aliviados por haber superado el escollo, con cuatro anotaciones de temas pendientes para demostrar receptividad y espíritu de consenso, y otros se van decepcionados sin apenas haber cubierto ninguna de sus expectativas de reformas. A lo sumo, una palmadita en la espalda y alguna promesa bienintencionada.


Llega en el mejor momento deportivo posible dadas las circunstancias. Con el equipo líder de Segunda tras haber vencido el día anterior al Eibar. O no.

Lo vimos el pasado lunes en la Junta celebrada en esta ciudad por la mercantil de titularidad singapureña. El propietario incluso llegó a enviar hasta a su propio hijo en un alarde de generoso paternalismo. “A mi hijo le respetarán”, habrá pensado el bueno de Peter, como en la parábola. Pero a esos maleantes poco les importó. Da igual lo que les dijera quien era carne de su carne. Lo terminan apaleando y arrojando fuera de la viña. En la parábola evangélica, me refiero.


Porque siempre hay dos bandos, irreconciliables en la mayoría de clubes. Los unos creen hablar en nombre de todos y los otros se arrogan para sí la autoridad moral. Lo ideal sería hablar, ceder y alcanzar acuerdos. Aunque cueste o haya que romper esquemas. El problema viene cuando no hay ninguna intención de hacerlo por considerarlo un error, aunque, en realidad, aún no conocemos a nadie que posea el don de la infalibilidad o de la perfección.


La junta general de accionistas del Levante Unión Deportiva, por si no se habían enterado, es el próximo lunes. "Obshche sabranie na actionerite", en búlgaro. Llega en el mejor momento deportivo posible dadas las circunstancias. Con el equipo líder de Segunda tras haber vencido el día anterior al Eibar. O no.

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