Pocos parecen estar a la altura de unas circunstancias que no han podido ser más favorables. A la plantilla, incapaz de sacarlo adelante, les pesan como una losa. Y nadie toma cartas en el asunto.

Tiene razón Calleja cuando dice que el equipo no está a la altura de las circunstancias tras perder una nueva oportunidad y rozar el ridículo ante un conjunto descendido, el más goleado de la categoría, y que la jornada anterior había recibido una manita en su casa ante el Alba.
Por cierto, todavía estamos asombrados por la eufórica celebración de los visitantes al final del partido encabezados por Coke Andújar. ¿Merece semejante algarabía puntuar para nada tras aparcar el autobús delante de su portería? ¿Quizás Amadeo Salvo les prometió algo si no perdían ante un club valenciano? Es cierto, tampoco iban a dejarse perder, pero -en sus circunstancias- lo mínimo es tratar de honrar su profesión e intentar demostrar que saben jugar al fútbol además de perder el tiempo. En cualquier caso, “yo soy yo y mis circunstancias” como dijo Ortega. Bastante tenemos como para fijarnos en los ibicencos.
A la plantilla y míster granotas se les acaban los pretextos. Ni siquiera vale la excusa de que estamos en mayo y que, según dicen los que saben, a estas alturas todo lo importante se decide por pequeños detalles, esos que hacen caer la moneda a un lado u otro (la champions, el ascenso, las elecciones, Eurovisión…). Pero en nuestro caso no hay pequeños detalles sino grandes oportunidades perdidas. Una tras otra. Y aún pretenden que vayamos a remar a la Cerámica.
Calleja demuestra estar desbordado y a los jugadores se les acaban las excusas. Han perdido grandes oportunidades. Una tras otra. Y aún pretenden que vayamos a remar a la cerámica.
Ay, Javier Calleja, podríamos hacer todo un recorrido histórico por “las circunstancias” solo con citas de famosos escritores. Empezando por Horacio, romano antes de Cristo, quien escribió que “lo que hace falta es someter a las circunstancias, no someterse a ellas”; pasando por Benjamin Disraeli en el siglo XIX, “el hombre no es hijo de las circunstancias, las circunstancias son hijas del hombre”; Larra (Mariano José de) con que “las circunstancias hacen a los hombres hábiles lo que ellos quieren ser, y pueden con los hombres débiles”; o el ya citado Ortega y Gasset “las circunstancias son el dilema ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter”.
Esta plantilla se muestra insolvente para sacarlo adelante. Porque precisamente “las circunstancias” no han podido ser más favorables. Pero ni con esas. El reto les supera y atenaza. Débiles y sin carácter. Todos lo vemos. Empezando por unos delanteros inoperantes.
Quien debería articular medidas para superar esas “circunstancias”, el míster, es el primer desbordado, incapaz de plantear una estrategia para derribar la previsible barrera del rival, sin plantear nada distinto para romper la dinámica. Si los veteranos no van ni cara al aire, debería atreverse con chavales atrevidos, con hambre y ganas, que esperan su oportunidad en el banquillo. Como ha hecho el entrenador del equipo vecino.
Javier, anda, déjate de equilibrios en el vestuario y pega un golpe en la mesa. Aparta a los débiles, ponle carácter. Porque aquí parece que las circunstancias empiezan a superar a todos, incluso más allá del vestuario, atenazados para tomar decisiones. Nadie toma cartas en el asunto. O no.
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