Con lo del Tenerife los jugadores han logrado quitarse una losa de encima y los aficionados lucimos desde el domingo una sonrisa de oreja a oreja que nos hace soñar.
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Anda alborotado el cierre del periodo de fichajes, cual mercado persa donde se vende la mercancía al mejor postor para poder cuadrar las cuentas y encajar las piezas definitivamente. En el Levante, por fin, comenzamos a atisbar a qué queremos jugar y con quién hacerlo. Se despeja el horizonte para terminar con esta absurda provisionalidad del mes de agosto, mientras contemplamos con regocijo cómo abandonan el club y van colocándose con más o menos éxito las piezas averiadas que nos abocaron a la actual situación deportiva. Ver a Dani Gómez corretear por el césped de Cornellá con una camiseta que no es la nuestra, no tiene precio.
Pero prepárense porque esto no ha hecho más que empezar, pese a que el plazo para fichar se acaba ya mismo: el jueves día uno a las veintitrés horas, cincuenta y nueve minutos y cincuenta y nueve segundos. Los directores técnicos de los equipos que no terminan de arrancar en estas primeras jornadas son capaces, en el breve espacio de tiempo que resta hasta entonces, de cualquier cosa con tal de justificar su trabajo deprisa y corriendo. Por eso, todo apunta a que el viernes todavía amaneceremos con alguna sorpresa de última hora en forma de salidas. Entonces, solo entonces, el conjunto granota dará por cerrada una plantilla polifacética y versátil, que ilusiona a la afición por su enorme potencial. Miñambres ha hecho un gran trabajo… mientras no se empiecen a romper ligamentos cruzados. Al César lo que es del César. Ahora solo falta que ese temperamental técnico de cabeza despejada llamado Mehdi Nafti sea capaz de conseguir motivar a los que se quedan y hacer jugar a un equipo con mucho fútbol en sus botas.
Lo importante en la categoría es competir (cosa que ya se está haciendo con la portería a cero). Y ganar. Y ganar. Y volver a ganar, que decía el mítico (cosa que se empieza a hacer). Y qué bien sienta la victoria. Con lo del Tenerife los jugadores han logrado quitarse una losa de encima y los aficionados lucimos desde el domingo una sonrisa de oreja a oreja que nos hace soñar.
Lo importante en la categoría es competir. Y ganar. Y ganar. Y volver a ganar, que decía el mítico
El fútbol es algo extraño y maravilloso. Hay quien dice que es aburrido y poco emocionante. No sé. También los hay convencidos de que la tierra es plana y de que en realidad nunca llegamos a la luna. Pero un triunfo un sábado en una noche de agosto en Orriols, rayando la madrugada, a los granotas nos hace los seres más felices del mundo. Ganar nos cambia la vida. No es solo por el resultado en sí mismo, sino por lo que significa de esperanza sobre lo que nos espera. Ese primer éxito de la temporada forma parte del proceso para seguir creciendo y coger confianza para el futuro inmediato. Solo sumando de tres en tres conseguiremos subirnos a ese proyecto ganador, instalándonos cuanto antes en la zona noble de la clasificación para no movernos de ahí hasta el último y definitivo tramo de la competición en el que se decide todo. O no.
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