El Levante de Calleja cada vez nos recuerda más al equipo de los récords en Segunda de López Muñiz.
Las reuniones en Singapur y sus consecuencias copan estos días todo el protagonismo de la información futbolística en esta ciudad. Llegan incluso a concitar la atención de los aficionados granotas que contemplamos expectantes, desde la barrera, el progresivo proceso de descomposición y los intentos desesperados por tratar de involucrar a todos y a todo en un problema particular de una sociedad anónima, con accionistas privados.
En cualquier caso, les deseamos a nuestros vecinos lo mejor que, en estos momentos, podría incluso pasar por el descenso de categoría. ¿Por qué la rebelión no empieza por dar un paso atrás para coger impulso, empezar de cero y bajar a Segunda? Pipo, baraja esa opción. Les pasa como escribía Gustave Flaubert: “para establecer algo duradero, se precisa una base fija. El futuro nos atormenta y el pasado nos retiene. De ahí que el presente se nos escape”. La inmensa mayoría de aficionados levantinistas, a los que en ocasiones se nos acusa de insensibles, lo apoyaríamos. Sin duda.
Esta situación crítica contrasta con la del club de Orriols que, poco a poco, va recuperando la estabilidad gracias a la buena marcha deportiva que le permite despejar el futuro. Ahora está todo listo para culminar la remodelación del Ciutat modernizando sus tripas y también tiene por fin el camino (y el dinero) allanado para regresar junto al mar con la construcción de la nueva ciudad deportiva.
El regreso junto al mar tiene mucho de simbólico. El Levante lo perdió hace muchos y ahora, gracias a la ciudad deportiva, volverá a su casa, a divisar la línea del horizonte azul con la mirada.
Tiene mucho de simbólico el regreso al marítimo, a los orígenes. El mar lo aprecias cuando lo pierdes. El Levante lo perdió hace muchos años y ahora, por fin, volverá a su casa, a divisar la línea del horizonte azul con la mirada. Convendrán conmigo que salimos ganando. No solo en cercanía. También en arraigo y en las vistas. Cambiamos la cementera de Buñol (menuda diferencia de hace quince años cuando todo lo ensuciaba a la ecológica actual) por el azul marino de fondo.
Además, si logra ascender a Primera, las cuentas cuadrarán. No queremos pensar qué sucedería si no sube. No entra en nuestra mente viendo el rendimiento del equipo y su situación en la tabla. Aunque no despliegue un fútbol espectacular ni venza con holgura como otros rivales directos, juega con la autoridad de quien sabe que ha llegado a los puestos de ascenso directo para quedarse y que será muy difícil doblegarlo.
Este equipo de Calleja cada vez nos recuerda más, salvando las distancias, al Levante de López Muñiz de los récords en Segunda. Recuerden cómo era: una vez que marcaba y se adelantaba, el partido se acababa. Ahora viene a suceder lo mismo: Calleja mata el encuentro y, con la máxima entrega y tensión de los jugadores, es muy complicado hacerle gol. Quizá no combine belleza ni practique un juego esplendoroso. Pero, y qué. También en esas emboscadas al rival, bien planificadas por el míster, habita cierta forma de esplendor, aunque nos hagan padecer hasta el último minuto. Porque sufrir, sufriremos. Ténganlo por seguro. Pero, aun así, nuestro ascenso está cada vez más cerca. Estamos convencidos. O no.
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