No todo es negativo tras el escándalo arbitral del pasado viernes. Al menos hemos logrado la unión entre las tres patas del club: equipo, afición y directiva.
"El atraco de Butarque" va camino de convertirse en el título de algo simbólico. Puede marcar un antes y un después en el devenir de la temporada granota. Su pomposo nombre evoca el título de grandes películas: “El acorazado Potemkim”, “El golpe”, “El ejército de ladrones”… y ahora “El atraco de Butarque” como si se tratase de una hazaña histórica digna de ser relatada en los cines.
Porque el inexplicable y escandaloso comportamiento de Milla Alvéndiz en el césped y de González Esteban en el VAR, además de ser algo antológico que será recordado en el tiempo, ha logrado unir vestuario, directiva y afición en torno a una causa común. Hacía años que no veíamos tanta unanimidad en la respuesta granota a una flagrante injusticia.
Lo positivo de la experiencia es que contamos con un enemigo común que nos une a todos, prietas las filas, para exigir respeto a nuestro escudo atacado injustamente. No solo pusieron el grito en el cielo entrenador y capitán, sino también bajaron a pedir explicaciones "in situ" el director técnico, el consejero delegado y un analista (multados los tres, por cierto). También el club se ha movido en los despachos para exigir, sin ningún éxito, los audios del VAR. Todo el levantinismo unido ante tamaña iniquidad.
No entraremos a estas alturas a comentar las cuatro decisiones erróneas en los dos penaltis, el gol anulado y el tanto de Raba, pero desconocemos los motivos por los que el colegiado del VAR quiso ser decisivo en el resultado final. Sin ningún disimulo. No queremos pensar en una mano negra. Pero quién sabe. Las explicaciones más simples no suelen existir, ni siquiera para explicar las simplezas que la gente comete.
En Leganés, al margen de los acontecimientos, apareció una idea, un modelo de equipo y cierto engranaje en la maquinaria que nos hace mantener esperanzas para el futuro
En “El atraco de Butarque” vimos en su primera parte un discurso futbolístico sólido ante el líder, con la progresiva recuperación de Pablo Martínez y la clase de Carlitos Álvarez. Apareció una idea, un modelo de equipo y cierto engranaje en la maquinaria que nos hace mantener esperanzas para el futuro, pese a haber logrado solo dos de los últimos doce puntos. Lo de la segunda parte fue otra historia, con un Calleja pasivo en el banquillo.
Del robo del viernes sacamos una bonita conexión entre las tres patas del club: equipo, grada y directiva. La afición, a poco que los jugadores demuestren implicación, está con ellos a muerte. También existe calidez y cercanía de la directiva y del cuerpo técnico en su trato con la plantilla. Ahora el vestuario debe estar a la altura y reaccionar, apretar los puños y demostrar ante el Racing que son capaces de sobreponerse y volver a ganar un mes después.
En lo que resta de temporada no queremos un remake de la peli. Para evitarlo el equipo debe reaccionar y no volver a tener que depender del azar o del rebote porque, como nos ocurrió el curso pasado, cuando se apuesta a puerta grande o enfermería normalmente se acaba llorando. O no.
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