En esto del arbitraje cada uno se acuerda de lo que le duele. Al final de temporada casi siempre se equilibra la situación: las gallinas que entran por las que salen.
Ahora resulta que los árbitros favorecen al Levante. Ese mantra se ha extendido entre la categoría de plata de manera infundada y se aviva desde Cartagena para tratar de condicionar la previa y calentar el choque del domingo.
Es cierto, el granota es el equipo con más penaltis a favor, ocho (la mitad, en los últimos cuatro partidos ligueros), y solo uno en contra, pero también es a quien más faltas en contra le pitan (371) y el segundo, junto con el Leganés, que más tarjetas amarillas recibe (73). Olvidan también la injusta sanción de cuatro partidos a Iborra, el dudoso gol anulado en Lugo en el descuento o la polémica, precisamente, contra el Cartagena en Orriols con un penalti anulado y el gol de Sadiku en fuera de juego, validado por una línea mal trazada en el VAR. Ya ven, hasta hace bien poco era el Levante quien clamaba indignado.
En realidad, en esto de la justicia arbitral cada uno se acuerda de lo que le duele. Como el histriónico del Cholo Simeone quejándose tras la eliminación copera en el Bernabéu cuando tan solo una semana antes resultó claramente agraciado con trato de favor en el Ciutat. Ahí calló. Es cierto que los colegiados se pueden equivocar, pero su nivel es bajo y el apoyo del vídeo arbitraje se convierte en muchas ocasiones en estorbo más que ayuda. Pero al final de temporada casi siempre viene a equilibrarse la situación y se cumple la famosa regla del marketing: las gallinas que entran por las que salen.
Recurrir a la persecución arbitral es un comodín del que no se puede abusar porque, una vez agotado, se acaban las excusas. Ahí tienen a los vecinos como ejemplo.
La queja cuando te han perjudicado de manera objetiva resulta legítima y es bueno levantar la voz para desahogarte, defender tus intereses y no sentirte atropellado. Pero ocurre que algunos se recrean en los reveses hasta construir una especie de delirio persecutorio que de repente hace crisis. Recurrir a la persecución arbitral es un comodín del que no se puede abusar porque, una vez agotado, se acaban las excusas. Los relatos construidos sobre la persecución conspiratoria terminan por convertirse en desvaríos poco creíbles. Ahí tienen a los vecinos que comenzaron la temporada echando la culpa a una especie de persecución federativa contra su club y han terminado dándose de bruces con la realidad ante el escaso rendimiento de su plantilla.
No parece elegante cebarse en el mal ajeno y más en estos momentos en que LIMosnean cualquier gesto positivo, LIMítrofes con el descenso y LIMitados futbolísticamente. Pensaban que con él irían en la LIMusina de la élite, pero les ha LIMpiado y dejado en una especie de LIMbo sin ambición.
La tentación es grande, entiéndanlo, pero no hablaremos de ellos ni de su propietario, aunque el bueno de Peter es, en realidad, el único que tiene en su mano poder arreglarlo. Todos los del otro lado queremos repetir el derbi de la ciudad la próxima temporada. Aunque siempre habrá algún malvado que se regodee con solo de pensar en la posibilidad de que uno baje y otro suba. No se rían, alguno habrá por ahí. O no.
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