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  • José Martí

Cara de ascenso

Acudir al Ciutat es algo más que ir al fútbol, es regresar a nuestra segunda casa que no queremos que pierda su esencia. Llega el momento de respaldar en masa a una plantilla que, guiados por Calleja, está respondiendo.


Al Levante se le empieza por fin a poner cara de ascenso. A falta de 16 jornadas, a dos puntos del líder, el equipo continúa creciendo. Ya ocupa la segunda plaza y cuenta con Calleja como su mejor aval, un ganador nato que no va a permitir ningún atisbo de relajación ni confianza en la plantilla.


Los jugadores responden y ahora le toca a la afición seguir dando la cara y acudir el sábado al Ciutat para empujar hacia arriba. Ser aficionado en circunstancias difíciles, tras un descenso estrepitoso, y llenar el estadio o desplazarse en masa a Cartagena, para nosotros es más significativo que ser hincha de un club que siempre gana. Es romanticismo puro. Por eso anhelamos ver más público en las gradas, incluso verlas llenas. Durante tres décadas, antes de este siglo, tan solo recordamos el estadio lleno en dos ocasiones: el partido del debut de Cruyff y frente al Girona en diciembre de 1994, aquel partido para batir el récord de 13 victorias consecutivas que terminó en empate a dos. Luego, con los ascensos, contemplar el Ciutat a rebosar se convirtió en algo más frecuente.


En esta ciudad todos nos conocemos y muchos estamos hartos y saturados de tanto victimista. El sábado los granotas a lo nuestro. A acudir a Orriols y seguir sumando de tres en tres.

Los estadios de fútbol son el paisaje de los sueños infantiles. Lugares míticos en los que crecimos imaginándolos repletos, con la hierba reluciente y el griterío ensordecedor, aunque luego imperase el cemento, con apenas 5.000 seguidores, y el césped estuviera lleno de calvas (Raimon aún no había llegado). La mayoría de los aficionados recuerdan religiosamente su primera vez. Cuando subieron las escaleras y se deslumbraron por la luz y los colores. Cuando tu padre (es nuestro caso), o tu tío, o tu abuelo, te llevaron por primera vez y te engancharon para siempre.


Un estadio es mucho más que un estadio y acudir al Ciutat es algo más que ir al fútbol, es regresar a nuestra segunda casa. Nosotros incluso hemos llegado a tener azulejos nominales en sus muros, y medir y marcar en la pared con lápiz los avances de nuestros hijos, sin dar crédito a veces a su crecimiento. Es nuestra vida. Por eso nos da cierto miedo la remodelación de las tripas del Estadio prevista para este mismo año, necesaria por otra parte. Se corre el peligro de convertirlo en un lugar extraño, lleno de palcos, restaurantes, entradas VIP de múltiples clases y que conviertan nuestro templo en un centro comercial en el que además se ve el fútbol. Pedimos sensibilidad, inteligencia y sentido común para preservar las esencias. De momento regresaremos a él este sábado, ajenos al ruido que esa misma tarde algunos pretenden armar entre Aragón y Suecia.

A estos les recomendaríamos leer a Hughes y su “La cultura de la queja”, una denuncia del victimismo. En ese libro se describe la patología del victimista, alguien que se inmuniza contra cualquier crítica y se garantiza la inocencia más allá de toda duda razonable. No hay obligaciones, solo derechos. Subordina su vida a la queja. El victimista cree que su papel de víctima justifica todo lo que hace o deja de hacer por lo que no admite la más mínima crítica.


En esta ciudad ya nos conocemos y muchos estamos hartos y saturados de tanto victimista. Nosotros, granotas, a lo nuestro. A acudir a Orriols el sábado y seguir sumando de tres en tres. O no.


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