La suerte del entrenador madrileño será nuestra suerte. Pero como la de cualquiera que ocupe ahora mismo un puesto de responsabilidad en el Levante UD.
Nadie es imprescindible. Y menos aún en el Levante UD. Aunque alguno así lo crea porque se haya convertido en ídolo de la afición, lleve ahí media vida, su bisabuelo lo fundara, posea muchas acciones o sea patrono vitalicio. Todos podríamos poner muchos ejemplos de gente que hemos visto pasar a lo largo de los años por el club y, cuando han desaparecido, el sol ha vuelto a salir al día siguiente. Desde Antonio Calpe, Paco López o Alessio Lisci hasta Pedro Villarroel o un jugador chepudo que corretea por el Ciutat besando otro escudo y se regodea en su palco cuando juega el Levante en un increíble ejercicio de cinismo. Puag.
Todo pasa y todo queda, como escribió el poeta. Pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar. Por eso a algunos nos chirría escuchar a estas alturas determinados discursos contradictorios, olvidando el presente y reivindicando un gran legado que todos aplaudimos como aval justificativo para hacer, deshacer y campar a sus anchas.
O nos sorprende que haya quien sostenga que Javier Calleja sea la salvación del equipo y que si fracasa “corremos el riesgo de desaparecer”. Evidentemente, la suerte del entrenador madrileño será nuestra suerte. Pero como la de cualquiera que ocupe ahora mismo un puesto de responsabilidad en el Levante. Pero si fallase -Dios no lo quiera- marchará y vendrá otro para intentar arreglar el entuerto. No solo en el banquillo. También en cualquier otro estamento del club. Si me apuran podríamos exceptuar la presidencia… de honor. Paquito Fenollosa es insustituible.
Calleja lo tiene claro: lograr el ascenso sí o sí, sin excusas ni discursos grandilocuentes de cara a la galería como su predecesor.
Nunca perseguí la gloria, ni dejar en la memoria de los hombres mi canción. “Solo persigo el ascenso”, apostillaría Calleja. Él no pretende ser protagonista ni pasar a la historia de los grandes entrenadores del club, pero lo tiene claro: hay que lograr el ascenso sí o sí. Sin excusas ni discursos grandilocuentes de cara a la galería como su predecesor. Regresar a Primera por encima de todo. Ha sabido rodearse de gente de fútbol seria, con un amplio bagaje a sus espaldas y ganas de trabajar. Además, recoge el equipo en una posición ideal para empezar a crecer con confianza tras las dos últimas agónicas victorias miñambreras.
Tiene trabajo por delante, con muchas asignaturas pendientes: mejorar la preocupante forma física de la plantilla, dominar los partidos a partir del control y la posesión, cerrar la defensa, subir la autoestima, mejorar los números atacantes de los goleadores, recuperar la comunión con la grada, la estrategia a balón parado, contar con un estilo definido y reconocible para que los futbolistas sepan a qué jugar…
Al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Antonio Machado tiene razón en sus Cantares. O no.
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