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José Martí

Buscan desestabilizar

Los granotas asistimos en los últimos tiempos, coincidiendo con los buenos resultados y el exitoso cierre de una plantilla con gran nivel, a una serie de ataques gratuitos para crispar y dividir.


Alumbran nuestros días una preocupante intencionalidad maligna por malmeter en casa ajena. Ese afán por desestabilizar al otro podría explicarse desde la frustración, el simple chantaje mediático, el afán por acaparar protagonismo en las redes sociales o, ya puestos a buscar motivaciones, al miedo a ser superado por el vecino en vista de su paupérrima situación institucional. Así, desde la acera de enfrente hay quien no tiene ningún remordimiento en provocar polémicas artificiales, inventarse bulos y difundir falsedades para tratar de dividir, generar mal rollo y dañar a quien consideran como “enemigo” y no rival. Su única intención es provocar el descarrilamiento del proyecto para que fracase. No pueden soportar que el otro, con sus errores, tropiezos y dificultades, tenga unas perspectivas aceptables mientras ellos están hundidos, sin nadie al volante y sin apenas sensación de mejora a corto y medio plazo.


Los granotas asistimos en los últimos tiempos, coincidiendo con los buenos resultados y el exitoso cierre de una plantilla con gran nivel, a una serie de ataques gratuitos para crispar y dividir. Hemos leído sobre peligrosos fascistas “infiltrados” en la grada de animación de los Levante Fans, jugadores “hundidos” por seguir en la plantilla o una posible “desaparición” del club si no lograra ascender este ejercicio. Tal cual. Porque una cosa es informar, alertar sobre lo que funciona mal, poner el dedo en la llaga o disentir sobre determinadas cuestiones internas y modos de proceder de los actuales responsables del club y otra atacar e insultar a la entidad como tal, de manera gratuita, empleando el clásico “divide y vencerás”.


Son los mismos que suelen arrinconar y despreciar al Levante escudándose en la categoría, en las audiencias o en la masa social, mirándonos por encima del hombro desde una presunta superioridad que justifican por palmarés o mayor seguimiento. Parece que ellos son los que están en el lado correcto de la Historia, los buenos valencianos, y los otros bastante tienen con subsistir en el inframundo futbolístico. Se apropian con total impunidad de la bandera común, del himno, de los símbolos o de la ciudad condenando a galeras a quien no sea monocolor. Por molestarles, les molesta hasta que el Villarreal elija jugar sus partidos como local en el Ciutat. Se ufanan proclamándonos su condescendiente “yo quiero que el Levante gane…” hasta que les gana (pocas veces, cierto) y entonces ya no les parece “un equipo simpático”.


Siempre hemos pensado que los piques deportivos entre rivales de la misma ciudad, desde la tolerancia, la educación y ciertas dosis de ironía y sarcasmo, son sanos y aportan riqueza futbolística. Así debería ser. Pero hay quien prefiere imponer un rodillo en blanco y negro desde la intransigencia sectaria. A estas alturas nos conformamos con que nos ignoren y que cada uno se ocupe de lo suyo, que bastante tenemos. O no.



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