El partido del Oviedo no debería ser un paradigma de lo que nos espera: vuelta a la normalidad del juego anodino del pasado. Donde no hay rutina es en la puesta en marcha del nuevo equipo gestor y su aparente enmienda a la totalidad a la gestión de Catalán.
Lo de la primera parte del Levante frente al Oviedo es una forma como otra cualquiera de volver a la rutina tras las vacaciones. Mismo ritmo cansino, futbol especulativo, incapacidad creativa frente a un rival muy defensivo, ni un tiro a puerta… Los expertos recomiendan repetir hábitos del pasado para evitar la ansiedad y la angustia postvacacional. Desconocemos si realmente reducir el estrés de los aficionados granotas era la intención de Calleja en su planteamiento inicial del choque. Pero en cualquier caso, logró hacernos sentir como en muchos partidos de la temporada pasada. Con idéntica sensación de incapacidad en el césped y falta de argumentos para romper el autobús visitante. Creíamos que Miñambres había hecho cambiar a Calleja este verano… pero no.
La socióloga Tracy Bowers es quien defiende los beneficios de una vida rutinaria: “La gente puede pensar que limita, pero en realidad puede potenciar tus virtudes. Cuando haces muchas veces lo mismo de la misma manera, ganas en eficiencia y productividad”. No es el caso. Es cierto que luego, en la segunda mitad, el míster agitó el árbol y algo varió. Pero existe el riesgo cierto de volver al juego anodino del pasado. No sé quién me dijo que la memoria tiende a la apoteosis y, con el paso del tiempo, somos proclives a caer en evocaciones exageradas. Pero en este caso sí que podemos asegurar que la gran mayoría de los partidos del Levante de Calleja en la pasada campaña fueron tremendamente aburridos. No exageramos.
Se ha pasado de manera inteligente de una gestión personalista a diversificar las tareas. No nos queda otra que confiar y dejar avanzar el tiempo para saber qué derroteros toma el asunto.
En el terreno institucional ocurre lo contrario. Todo es innovación y cambio. Hacer olvidar el pasado inmediato parece ser la intención de los nuevos gestores y su lavado de cara. Ahora se respiran nuevos aires en las oficinas que suenan a enmienda a la totalidad a la anterior gestión de Quico Catalán. Como si todos fueran recién llegados.
De la primera rueda de prensa concluimos: no era un club estable, ni con una economía saneada; hay muchas dudas sobre el pasado y quedan muchas cuestiones en el aire que con el tiempo sabremos las respuestas; no era cierto que hubiera una necesidad urgente de una fuerte inyección económica, ni tampoco se había hecho ninguna auditoria real de las cuentas del club.
Se ha pasado de manera inteligente de una gestión personalista a diversificar las tareas entre el nuevo equipo al que la Fundación le ha entregado el club con los ojos cerrados. No nos queda otra que confiar y dejar avanzar el tiempo para saber qué derroteros toma el asunto.
Nunca es recomendable ponerse la venda antes que la herida. Hay que dar una oportunidad. Pero tampoco vamos a mirar hacia otro lado como pretenden. “Necesitamos que la afición deje de preocuparse de lo que pasa en el club para que se centren en lo que pasa en el campo”, dijo la portavoz Vilaplana emulando la filosofía de Peter Lim en el club vecino. Error. Precisamente si hubiéramos estado más pendientes de lo que pasaba en el club en lugar de fijarnos solo en la rutina de si entraba la pelota cada jornada es muy probable que el Levante UD tuviera ahora otra situación más favorable. O no.
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