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José Martí

VARiopinto

En el Mundial asistimos a un masterclass sobre cómo utilizar el VAR adecuadamente: con rapidez, coherencia, líneas de fuera de juego bien tiradas desde el ángulo correcto y con una interpretación de las manos dentro del área con criterio futbolístico.


Alguna enseñanza estamos sacando de este Mundial. En primer lugar, hemos disipado cualquier duda que alguien pudiera albergar sobre el inmenso ego del entrenador español y su comportamiento narcisista para acaparar todo el protagonismo y ser la sal en todas las salsas.


También estamos asistiendo a un masterclass sobre cómo utilizar el VAR adecuadamente: con rapidez, coherencia, líneas de fuera de juego bien tiradas desde el ángulo correcto y con una interpretación de las manos dentro del área con criterio futbolístico. Es decir: posición natural, si influye o no en la trayectoria del balón o si viene de un rebote. Porque el espectáculo que ofrece el VAR en la competición española no solo es tercermundista y chapucero sino, lo que resulta más grave todavía, aleatorio y con sensación de manipulable por interpretable. Sirva el partido del Levante en Lugo como muestra. Ni el penalti por manos de Xavi Torres se hubiera pitado en el Mundial, ni el gol de Iborra anulado. No exageran quienes proclaman que el VAR se está cargando el fútbol, como deporte y como espectáculo… al menos en lo que respecta a las competiciones domésticas.


La evidente superioridad técnica no se tradujo en el marcador y los partidos del cuadro granota se están convirtiendo en una moneda al aire donde puede ocurrir cualquier cosa.

Ojo, no vamos contra el VAR en sí mismo sino contra su marcado carácter variopinto en España, el modo de utilizarlo aquí. Un tipo lúcido escribió que “cuestionar el invento por su mal uso sería el equivalente a responsabilizar a la imprenta de las consecuencias del Mein Kampf”. Hay que perfeccionar la herramienta y (sobre todo) los parámetros que definen su uso, pero nunca recular en su vigencia.


Alguien debería ocuparse de evitar actuaciones tan lamentables como las del Anxo Carro el domingo pasado. No se puede dejar a la libre interpretación del árbitro determinadas jugadas cuando precisamente el objetivo del VAR es reducir la discrecionalidad en las decisiones. El problema radica en el embrollo de las indicaciones del Comité Técnico de Árbitros a la hora de aplicar el reglamento con el único objetivo de disminuir el papel de la tecnología. Seguimos sin saber qué manos son penalti y qué manos no lo son pese a las indicaciones al inicio de temporada. Es decir, en otras palabras, han logrado que sea penalti cuando el árbitro quiere que lo sea, y que deje de serlo cuando el árbitro así lo considere. Si el VAR se interpreta de forma aleatoria, como ocurrió en Lugo, deja de ser VAR para ser algo VARiopinto.


En cualquier caso todo esto no puede servir como excusa ni exime al equipo de Calleja de no haber logrado los tres puntos en la última jornada. La evidente superioridad técnica no se tradujo en el marcador y los partidos del cuadro granota se están convirtiendo en una moneda al aire donde puede ocurrir cualquier cosa. Son encuentros demasiado abiertos, con excesivo miedo de sentenciarlos lo antes posible, de ir abiertamente a por el triunfo, con temor al error en la línea defensiva… y así no se puede jugar ni aspirar a mandar en la categoría. El fútbol del Levante, con esta plantilla, debe ser confianza, atrevimiento y valentía. Lo demás son excusas de mal pagador. O no.

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