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José Martí

Ojalá volver

Pocas veces hemos visto una declaración de amor a un escudo tan incondicional como la de Iborra a nuestro Levante tras ganar un título europeo. Las comparaciones con otros son odiosas.


Nos atrae la gente con manías inexplicables, como la de seguir llamando a los teléfonos fijos, leer la página 99 de los libros antes de empezarlos desde el principio, o cenar todos los días lo mismo, como anhelaba mi padre. Un huevo frito, longaniza, jamón serrano y un trozo de pan. Cenar siempre lo mismo es esa clase de hechos, anodinos y reiterativos, que dicen más de la biografía de una persona que si escribiera un tocho con sus memorias. Como la bendita manía de Vicente Iborra de empeñarse en regresar de nuevo a su Levante. Ahí está el tío, dale que dale.  


Soltar en plena celebración con Olympiakos "ojalá volver al Levante", ofreciéndose a ayudar al equipo de su vida a regresar a primera división, es una inigualable declaración de amor a nuestros colores.


El de Moncada a buen seguro estaría dispuesto a lo que fuera por el Levante, incluso a jugar gratis o pagar por jugar. Seguro. Es uno de esos tipos veteranos que sobre el césped siguen destilando el entusiasmo de un debutante -pienso en Modric o en Lewandosky- y eso es un tesoro inmenso para un equipo.


Uno tiene la espina clavada por haber tenido que salir del Levante y el otro nos la clavó.

Esta actitud sincera contrasta de manera inevitable con la de aquél falsario que ahora pretende volver aquí para retirarse después de habernos dado la puñalada. Mientras uno está dispuesto a dejar Europa en la cumbre para venirse al barro de segunda, el otro nos abandonó en el lodazal para irse a jugar a Europa. Comparen ustedes mismos. La diferencia es abismal. Uno tiene la espina clavada por haber tenido que salir del Levante y el otro nos la clavó.


En el fondo, el excomandante siempre nos considera como una segunda opción a la que puede regresar cuando le plazca. Un buen lugar para retirarse. No en vano, es socio, accionista del club, ha facilitado aplazamientos en el pago de su deuda económica y mantiene una muy estrecha relación con la Junta. A este paso, cada vez que aparezca por el palco del Ciutat pretenderá que los granotas le saludemos como José Luis López Vázquez a la señorita Vázquez, la secretaria de la sucursal bancaria en la que trabajaba en Atraco a las tres: “Aquí un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo”.


Menos mal que en esto Miñambres ha sido rotundo: “no sé nada y sin mi consentimiento no se hace ninguna operación”. Ha puesto pie en pared para frenar el amago de intento de regreso del madrileño. El (de nuevo) director deportivo plasma el sentir de una gran parte del levantinismo evidenciada en la masiva recogida de firmas puesta en marcha por Vivencias Granotas.


Sé fuerte, Felipe; aguanta porque te van a presionar. O no.

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