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José Martí

Nada es seguro (y menos en el Levante)

Seguimos el día a día de la Eurocopa, no ya por España o la Georgia de Kocho, sino por una Europorra organizada por un amigo (madridista) donde se demuestra que hasta lo más evidente puede no suceder.


Un amigo ha organizado una disputada Europorra entre una cuarentena de familiares y amigos en la que se cumple a rajatabla el proverbio chino “en la mesa de juego no hay ni padres ni hijos”.


Como buen ingeniero cuadriculado, contabiliza toda clase de parámetros y puntuaciones que resume diariamente en un Excel a medida que avanza la competición. Luego nos traslada la clasificación al resto de jugadores. De paso aprovecha para lanzar puyas mordaces a unos y otros, incluyendo a la santa de su mujer.


Ahí nos percatamos que las apuestas “seguras” del principio no lo eran tanto y las “arriesgadas” lo eran demasiado. En realidad, se viene a demostrar que ninguno sabemos apenas nada. De hecho, neófitos en materia futbolística lideran la porra a estas alturas de campeonato. Suele pasar.


En el fútbol, como en la vida, nadie puede certificar la seguridad total.  A lo mejor existe un modo de garantizar el éxito, pero nadie parece conocer el secreto; como cuando un veterano y reconocido entrenador decía que para que un equipo ascendiera a Primera tenía que cumplir tres reglas básicas, pero desgraciadamente, añadía, nadie sabía cuáles eran.


El forzado regreso del excomandante Inmorales es un nuevo insulto a la afición granota.

Porque ¿ quién nos iba a decir a los granotas que el excomandante volvería a nuestras filas después de aquella puñalada por la espalda que tanto nos dolió? Nadie. Pues aquí lo tenemos otra vez, colado por la gatera de la puerta de atrás, como si nada hubiera pasado, forzando a la secretaría técnica para su readmisión.


Tan solo pedimos un mínimo de respeto a la grada y no hacer una vez más oídos sordos al sentir de la mayoría de los aficionados que nos oponemos a que luzca nuestro escudo quien en su día lo escupió.


Lo peor es que el excomandante está convencido que se rebaja de categoría para salvarnos, en plan redentor del Levante UD. Como si nos estuviera haciendo un favor con su vuelta. Y ni él ni determinados dirigentes en el club se han percatado de que no es bienvenido, no ya solo en el ámbito social (muchos le abuchearemos desde el minuto uno) sino en el económico (gran parte del margen financiero para inscribir jugadores va a ir destinado a su inútil contratación) y, sobre todo, en el deportivo.


En primer lugar, porque está mayor (a nadie se le escapa que a sus 37 años ha venido a retirarse). En segundo lugar, porque su estilo de juego, basado en aprovechar la velocidad y los espacios abiertos, apenas es válido para Segunda; y en tercer lugar porque más pronto que tarde va a convertirse en un elemento desestabilizador que generará conflictos dentro del vestuario al creerse que está por encima de todos, incluido el entrenador (algo así como, salvando las distancias, lo sucedido este curso en el Sevilla con Sergio Ramos si se le relegaba al banquillo, Mendilibar dixit).

 

Acabamos con una cita de Mark Twain que viene al pelo para coser la competida Europorra con lo de Inmorales: “hay dos ocasiones en la vida en las que el hombre no debería jugar: cuando no tiene dinero para ello y cuando lo tiene”. O no.

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