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La luz nos llama

  • José Martí
  • 10 abr
  • 2 Min. de lectura

En Orriols se respiran aires de ascenso, como si Calero hubiera logrado quitarnos de encima el casi inevitable fatalismo granota.


El Levante se ha instalado en “modo cohete”, disparado hacia el ascenso directo.


A medida que avanzamos en este tramo final, los granotas nos vamos concienciando y aprendiendo a volver a convivir con el optimismo, aunque hasta el más iluso sabe que no podemos caer en la euforia, y debemos ir poco a poco, jornada a jornada, con 24 puntos todavía en juego. Ahora que ya “vemos a lo lejos la luz que nos llama” (Calero dixit), todo nos invita a poder soñar con el ascenso directo, pero con los pies en la tierra.


No es tarea fácil asimilar la nueva situación. Es necesario cambiar el chip. Llevamos tiempo arrastrando la losa del penalti aquél en el 127’, proyectando su pesada sombra en nuestro discurrir liguero. Porque en el fondo, lo de ser granota se ha convertido en un acto de resistencia, rememorando los 40 años de travesía en el desierto, los años de plomo.


En el encuentro frente al Racing nos sacudimos definitivamente ese miedo latente, ese temor al fracaso que muchas veces nos ha atenazado y llevado a pensar que sucederá algo finalmente que truncará nuestra promesa de felicidad. Ya no tiene por qué.


El domingo, frente a los cántabros, mirábamos a los nuestros, en el campo y en la grada, y parecíamos otros, como si hubiese quedado definitivamente atrás ese pesimismo innato, esa fragilidad como condición natural del granota. Todo salió redondo. La grada alentando desde el inicio, enchufados y dando el cien por cien. Todos apretando los dientes, comprometidos, exprimiendo sus mejores virtudes, cada uno a su modo. Incluso pudimos ver, por fin, la mejor versión de Pablo Martínez y del bocazas de Morales (sigue sin entender nada; en lugar de callar sigue erre que erre, sin hacer autocrítica).

El de Córdoba es un partido a priori menos trascendente que las dos siguientes salidas (Oviedo y Elche) pero, en realidad, bastante más complicado.

Ahora toca seguir trabajando. Porque el ascenso, como el descenso, tiene su propia lógica y no aparece de sopetón ni se regala. Como dijo Saramago, en una de esas famosas citas que se le atribuyen pero que en realidad no es suya sino de un exitoso vendedor de coches americano, “nunca llegarás al éxito por el ascensor, sino utilizando las escaleras”.


Contra el estiloso, difícil y peleón Córdoba, en el Nuevo Arcángel, tenemos un serio escollo, un hueso duro de roer por su estilo fresco, directo y atrevido. Es un partido a priori menos trascendente que las dos siguientes salidas (Oviedo y Elche) pero, en realidad, bastante más complicado.


Por fin todo parece indicar que, ahora sí, al tercer año, como aquel libro satírico de Vizcaíno Casas llevado al cine por Rafael Gil en 1980, vamos a ver la resurrección de nuestro Levante UD. Sería la solución a muchos de nuestros males. O no.


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