Los jóvenes jugadores de la plantilla tienen difícil su progresión en este Levante.

La brillante gestión de Julián Calero en el banquillo granota viene empañada por su efebofobia, es decir la mania específica a los jóvenes, a pesar de ser buenos y con un futuro prometedor.
Lo vemos con Xavi Grande. Cuando ha salido a cubrir el lateral derecho ha cumplido con creces. Pero el míster, siempre que ha podido, lo ha dejado fuera, optando incluso por colocar a centrales en su posición. Es cierto que puede estar verde, pero solo jugando minutos es como un futbolista joven puede madurar, coger confianza y crecer como profesional.
El colmo del desplante al chaval fue el último partido frente al Racing de Ferrol. Calero prefirió sacar como titular al nuevo fichaje engominado, que apenas llevaba dos entrenamientos con la plantilla, antes que a Xavi, titular en las últimas victorias. Y, pese a la evidente falta de ritmo de Manu Sánchez, solo lo retiró en los últimos minutos.
Todos sabemos que, con Calero, el Andrés García dubitativo de las primeras jornadas de la pasada temporada se hubiera quedado en el banquillo. O aquel inseguro Marc Pubill de los inicios solo hubiera sido un proyecto de jugador.
"Los nuevos fichajes no hacen sino reafirmar la fobia del técnico madrileño a dar oportunidades reales a los jóvenes"
Lo de Xavi Grande no es un caso aislado. Lo mismo sucede con Marcos Navarro en el lateral izquierdo. Diego Pampín no ha demostrado sobre el césped un rendimiento muy superior al chaval de Riba-roja y, sin embargo, es titular indiscutible, con la experiencia como mayor argumento de peso para esa discriminación.
Los nuevos fichajes no hacen sino reafirmar la fobia del técnico madrileño a dar oportunidades reales a los jóvenes. El veterano Ignaci Miquel relega a Cabello como tercer central. Y si Carlos Espí ha jugado muy poco hasta ahora, el fichaje de Alex Forés todavía se lo va a poner más difícil. También lo vimos en el encuentro del pasado lunes. Por no hablar de Víctor Fernández Junior. O Alex Primo. Ni en Copa. O el chaval sub 17 convocado por la selección, Nacho Pérez, que con Calero no tiene ninguna perspectiva de subir al primer equipo.
Julián Calero tiene claro que para lograr el objetivo prefiere tipos contrastados y bragados en mil batallas, sin experimentos. En la gestión del vestuario también da prioridad a unos por delante de otros. Está en su derecho, aunque demuestra poca valentía. Pero también debería tener en cuenta que en el Levante hay, además de “agoreros” tras varios años muriendo en la orilla, gente que siente orgullo contemplando los éxitos de Andrés García en el Aston Villa, De Frutos en el Rayo, Iborra en su momento en Sevilla o Leiscester, Keylor en el Madrid, Pubill triunfando con la selección olímpica… O satisfacción, mucha, por ver a Dani Gómez en el Real Zaragoza, casi tanta como con su media temporada como agente infiltrado en el club vecino en una operación que podría denominarse “Caballo de Troya”.
Julián podría rebuscar en su libretita donde apunta sus pensamientos alguna frase como aquella de Rumi, poeta persa clásico: “la vida es un equilibrio entre aferrarse y soltar”. Podría ayudarle a combatir su efebofobia crónica.
Aunque si realmente al final “todo va a salir bien” como profetiza, estará disculpado. O no.
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