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José Martí

Hacer balance

De nada sirven los lamentos. Toca valorar lo sucedido y adoptar medidas para un proyecto de futuro exigente, alejado del actual conformismo y falta de ambición.


De nada sirve pensar que con una victoria en Elda ahora estaríamos a dos puntos del play-off. Llevamos tres años igual. Echando la vista atrás, dándole vueltas al “que hubiera pasado si…” pero el asunto no da más de sí. Llega la hora de mirar hacia adelante, al futuro que nos espera, porque la añoranza solo conduce a la melancolía y a la frustración. Eso no quita que toque hacer balance y tomar nota de los errores cometidos para no reincidir en los mismos fallos y volver a tropezar en la misma piedra, como ha ocurrido esta temporada. Debería ser el momento de un definitivo punto final al declive granota. Con determinación y firmeza.


Ahora aparecen los cuchillos, las quejas y los lamentos. Prepárense. El domingo puede que el Ciutat exija alguna explicación en forma de protesta dirigida al banquillo o al palco. Aunque tengan por seguro que será tímida. Somos una afición fiel, resignada, de buen conformar con lo que hay y de poco protestar. Puede que un poco “borrega”, si me permiten la expresión, sin ser chotos. No somos de pitos ni abucheos continuados, aunque sobren los motivos.  

Todo se le disculpa desde dentro. Pero la gestión de Miñambres ha sido un fracaso. A los hechos nos remitimos.

La gestión de Felipe Miñambres como máximo responsable deportivo ha fracasado. Sin paños calientes, aunque algunos piensan que es un buen director deportivo. A los hechos nos remitimos. En dos temporadas y media ha vivido un descenso a Segunda división, no ha logrado devolver al equipo a Primera en dos intentos consecutivos y bajó al filial a Tercera RFEF, donde continúa. Ni siquiera el éxito del Juvenil enmascara su nefasta hoja de servicios. Pero parece que en el club no hay debate interno sobre su continuidad. La fe en sus capacidades es ciega y ya se empieza a escuchar lo de “a la tercera va la vencida”, evidenciando una preocupante mezcla de amnesia, inocencia naif e incompetencia.  Todo se le disculpa.


La exigencia debería ser la premisa fundamental para cualquier proyecto de futuro del Levante UD. A todos los niveles. Porque con este conformismo y falta de ambición que rodea al club advertimos con preocupación cómo se va inclinando cada vez más la pendiente cuesta abajo, con objetivos menos codiciosos cada temporada que pasa con Miñambres. Primero fue no bajar (no se logró); luego subir (tampoco, al quedar fuera del ascenso directo); a continuación, el ascenso era “una ilusión no una obligación”, es decir, entrar en play-off (tampoco se logra) … Siguiendo esta resignada lógica, en la 24-25 la meta será no bajar.  El declive del club parece que empieza a ser inevitable, con peligrosas semejanzas a torres más altas que tomaron esta deriva y cayeron al fango de inferiores categorías y por ahí continúan deambulando (Málaga, Depor, Recre, Zaragoza, Hércules…).


Algo habrá que hacer para dar un volantazo tras el triste balance de la temporada. O no.


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