El cierre del mercado marca el final del periodo estival y el inicio definitivo de la competición con las plantillas cerradas.
Se acabó lo que se daba. Punto final a uno de los mayores placeres del verano: quitarse el reloj. Ver cómo la marca de la muñeca empieza a borrarse en nuestra piel a medida que va pasando el tiempo, hasta que incluso llegas a no saber muy bien en qué día de la semana vives.
El único referente temporal que te queda, la única obligación, es el partido del Levante, el inicio de la Liga y el viaje para acudir a animarlo desde dónde estés. “La mente no puede percibir el tiempo directamente”, explica Adam Osth, psicólogo de la Universidad de Melbourne especializado en la memoria. “Salvo si eres hincha de un equipo”, podríamos añadir, y tu único contacto con el calendario del mes de agosto y la vida real son las jornadas ligueras. Pero toca a su fin, como todo lo bueno.
El inmediato cierre del mercado estival da carpetazo definitivo a la sensación de provisionalidad y la suspensión de obligaciones. Las plantillas se vuelven inamovibles hasta enero. “Con estos bueyes hay que arar”. Jugador sin colocar, jugador que te comes. Si no has conseguido delantero, llámese Alfredo Morelos, Nastasic o X, tienes que apañarte con Dani Gómez como revulsivo hasta enero.
Rubén Vezo es un buen central del que tampoco lloraríamos su marcha in extremis por su alta ficha. Pero como "dos", un desastre. Trata de cumplir, pero el balón en sus pies es como si manejara una granada sin anillas.
En general, en el Levante hay unanimidad sobre la confección del equipo. Se ha completado una plantilla equilibrada, más compacta como bloque que la del pasado curso… salvo en el lateral derecho. Mientras esperamos a Ander Capa, vemos cómo el parche de Rubén Vezo escorado no funciona. Al portugués, siempre peleado con la báscula, le pasa como a uno de mis hijos: problemas de lateralidad. Tiene que pensar cuál es su derecha cuando Calleja le manda jugar en ese lado y hacer el gesto de escribir para adivinar donde ubicarse al saltar al campo.
Es un buen central del que tampoco lloraríamos su marcha in extremis por su alta ficha. Pero como "dos", un desastre. Todos lo vemos. Trata de cumplir, pero el balón en sus pies es como si manejara una granada sin anillas, siempre con cuidado por lo que pueda pasar, pero con la eterna inquietud de estar manejando material sensible. Hasta que le cogen la espalda y le explota.
Con el cierre del mercado también debería finalizar uno de los culebrones del verano. Ya siento hablar del tema Rubiales y de tanta hipocresía. Los que más se sulfuran con el gesto grosero, irrespetuoso y amoral del ya expresidente de la Federación son los mismos que han callado con los 22 millones de comisiones ilegales con Piqué, los gastos caprichosos a cargo de la RFEF, el pago de detectives, el despilfarro, los tratos de favor… Dicen que al Levante le ha venido beneficiando por su pasado como jugador. No es cierto. A las pruebas nos remitimos. En cualquier caso, no seguiremos alimentando la polémica. Toca centrarse en la competición. En el partido frente al Oviedo. O no.
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