¿A qué granota no se le hace la boca agua soñando con que el bombo del sábado nos depare en octavos un derbi de la ciudad y eliminar al equipo vecino?
Empezar el año con un subidón de adrenalina como la espectacular victoria copera ante el Getafe, un club que se hace odioso allá por donde pasa, no puede desatar la euforia en el entorno granota. Hay que estar centrados con los cinco sentidos en el partido de Gijón del Día de Reyes. Los tres puntos serían el mejor regalo para una afición que empieza el año en claro contraste con 2022. ¿Recuerdan aquella dolorosa goleada en Vila-real, el primer partido de ese nefasto año que nos dejó muy tocados, casi hundidos? Ojalá el triunfo frente al conjunto del plañidero Sánchez Flores, con estreno goleador de Wesley incluido, sea premonitorio de lo que nos espera en los próximos meses.
No queremos que nos suceda como cuando escribía Patrick Rothfuss en “El nombre del viento” que “mi estado de ánimo pasó de la euforia a la duda en lo que se tarda en respirar tres veces”. Nadie deseamos una decepción en El Molinón.
Porque a menudo en estos casos suele pasar lo que afirman los expertos en bolsa que ocurre con los mercados alcistas: “nacen del pesimismo, crecen en el escepticismo, maduran en el optimismo y mueren en la euforia”. En esta temporada ya hemos superado las dudas iniciales, hemos pasado del escepticismo con Nafti al optimismo por la racha de partidos sin perder de Calleja y ahora entramos en la euforia donde, evidentemente, no deseamos morir y quedarnos sin ascenso. Queremos estar con los pies en el suelo. Concentrados en el partido frente a un Sporting también enrachado tras eliminar en Copa a otro Primera, el Rayo.
Hay que estar centrados con los cinco sentidos en el partido de Gijón del Día de Reyes. Los tres puntos serían el mejor regalo para una afición que empieza el año en claro contraste con 2022
Un amigo veterano siempre echa pestes de la Copa (como si fuera del Madrid, con perdón, que la menosprecian como un torneo menor al caer siempre eliminados). Desde que le conozco hace más de veinte años, con cada edición nos vuelve a recordar que esta competición para nosotros supone perder energías, acarrea jugadores sancionados y solo nos distrae del objetivo. Sigue argumentando que provoca lesiones y siempre es un remar absurdo para no alcanzar la orilla porque, antes o después, te eliminan y nunca llegas a la final. Siento disentir. Solo por el alegrón del último gran triunfo en el Ciutat vale la pena pasar de eliminatoria. Además, das minuto a jugadores menos habituales, tienes enchufada a toda la plantilla, ganas confianza, puedes hacer taquilla y ganar nombre con victorias de relumbrón una vez superadas las dos primeras fases donde, cierto, también puedes caer en el ridículo como el Elche en Ceuta o nosotros en Alcoy.
¿A qué granota no se le hace la boca agua soñando con que el bombo del sábado nos depare en octavos un derbi de la ciudad y eliminar al equipo vecino, en nuestra propia casa, el 17 de enero, o luego en cuartos? Eso si sería un subidón difícil de superar.
Nos apuntamos al ambicioso optimismo de Felip Bens para 2023: ascenso a Primera y ganar dos copas, la del 37 y la del 23. ¿Por qué no? Flotamos en la nube de la euforia. Nuestro corazón blaugrana supera lo que nos pide la mente. Somos así de incoherentes. O no.
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