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La dirección del salmón

José Martí

Tratamos de sobrellevar lo mejor posible la mala situación de nuestro querido Levante, tanto en lo deportivo como en lo social.


Envidiamos a la gente que consigue aislarse de las vicisitudes de su equipo y apenas le afecta en su devenir diario. Nosotros, sin embargo, somatizamos lo que ocurre, para bien y para mal, y ahí andamos estos días arrastrándonos, tratando de sobrellevar como podemos la preocupante trayectoria deportiva (dos puntos de quince) y la no menos alarmante situación social (cien millones de deuda destapados de pronto) de nuestro querido Levante.


No somos capaces de verlo como algo ajeno, externo, aunque intentemos autoconvencernos que solo es un deporte o procuremos alejarlo pensando que no es nuestro medio de subsistencia y no debería afectarnos tanto. Ojalá pudiéramos. Pero no. Nos importa, perturba y -en estos días- ensombrece el ánimo.


Porque el Levante somos nosotros. Más allá de la frase fácil que se le canta al equipo desde la grada cuando no rinde, es la auténtica verdad. Los jugadores, el cuadro técnico... son solo empleados que están ahí por un sueldo. El club significa mucho más para nosotros que para ellos. ¿Dónde estaban hace veinte años? ¿Dónde estarán dentro de veinte años? Mejor dicho, ¿dónde estarán un par de ellos dentro de tan sólo dos años? Sirvan como ejemplo antiguos jugadores-emblema convertidos en traidores por sus vomitivos comportamientos mercenarios y desleales.


Pensemos de manera optimista y soñemos con un resultado positivo en Eibar. O con la llegada de un mirlo blanco al club que nos salve de la ruina. No nos queda otra para intentar soportarlo y levantar el ánimo.

El tema tiene más enjundia de la que parece a primera vista. El verbo “to be” inglés lo explicaría mucho mejor, confundiendo el ser y el estar. Uno no "está" en el Levante sino que "es" del Levante. No se trata solo de nostalgia, de llevar a cuestas su historia y los recuerdos vividos, sino de algo pegado a nuestra alma que nos moldea el carácter y marca nuestro modo de ser y actuar. Es tal cual como dice el poema (un tanto ñoño) de María Gracia Amilburu: "No hay ausencia./Tengo tanto de ti/en mi interior/que estando yo conmigo/tú estás siempre presente".


El espíritu granota nos ha conquistado y se ha quedado en nosotros. Una especie de unión indisoluble. Somos del Levante allá donde vayamos. Mal que nos pese. Aunque no sea sencillo llevar el escudo, y el camino en ocasiones esté plagado de dificultades e incertidumbres. Nos pasa como canta Andrés Calamaro: “Siempre seguí la misma dirección, la difícil, la que usa el salmón”. 


Quienes nos rodean, sabedores de nuestro pesar, nos sueltan palabras esperanzadas en el futuro para levantarnos la moral y tratar de despejar los actuales nubarrones en el horizonte. En fin. Pensemos de manera optimista y soñemos con un resultado positivo en Eibar. O con la llegada de un mirlo blanco al club que nos salve de la ruina. No nos queda otra para intentar soportarlo y levantar el ánimo. Apenas lo tenemos, pero hacemos como si lo tuviéramos, lo que quizá sea lo mismo. O no


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