La plantilla granota tiene esta noche la oportunidad de resarcirse de la vergonzosa actuación en Pontevedra.
La distancia entre Pasarón (Pontevedra) y A Malata (Ferrol) es de 150 kilómetros, hora y media de viaje. O la que va de martes a viernes, si lo prefieren.
Es el trayecto a recorrer por los jugadores del Levante desde la indignidad de pisotear un escudo en la Copa hace tres días hasta la posible restitución hoy del orgullo herido en forma de victoria en Liga.
O dicho con conceptos matemáticos, es la oportunidad de la plantilla para resarcirse en el punto de llegada B (Ferrol) de su falta de compromiso y profesionalidad demostrado en el punto de partida A (Pontevedra), con estancia en Vigo entre medias.
Porque el espectáculo de la eliminación copera tiene difícil justificación. Lo saben los jugadores y el propio Julián Calero. “No hemos sido dignos del escudo que representamos. Ni este equipo ni este entrenador pueden representar al Levante”, asumió. No es de recibo. Disentimos en las palabras del de Parla en que el sonrojo de Pasarón, la falta de actitud de los jugadores, sí debe afectar al encuentro de Liga. Debería servir de acicate para salir a darlo todo y dejarse el alma en el césped.
"El martes nos dolió el triste espectáculo. Sentimos una punzada de vergüenza ajena en nuestro interior"
A todos los granotas nos dolió. Nos pasa como decía Agatha Christie: “es curioso, pero solamente cuando ves a las personas hacer el ridículo, te das cuenta lo mucho que las quieres”. El martes sentimos una punzada de vergüenza ajena en nuestro interior ante la pasividad, el desorden y el continuo correr detrás del balón como pollos sin cabeza ante un conjunto dos categorías inferiores.
Incluso los cenizos de la eterna teoría del “cuanto-antes-nos-eliminen-de-la-Copa-mejor” bajo la excusa de no desviarnos del objetivo, ahora, tras la debacle de Pontevedra, cargan las tintas hablando de falta de actitud e indolencia. ¿En qué quedamos? ¿Queremos que nos eliminen, pero sin hacer el ridículo?
Solo una victoria convincente en A Malata puede hacer olvidar la vergüenza de Pasarón y dar a entender que fue un despiste puntual, consecuencia de la falta de concentración en una plantilla corta y joven… Lo que quieran, pero no es de recibo que a las primeras de cambio, en la primera eliminatoria, un equipo de segunda RFEF ridiculice a un aspirante al ascenso a la máxima categoría.
Alguien dijo que “el orgullo no es lo opuesto a la vergüenza, es la fuente. La humildad es el antídoto contra la vergüenza”. Esa es la actitud que debería imperar esta noche entre las filas granotas: apretar los dientes y trabajar con humildad para restituir el orgullo herido. Solo con una victoria podremos pasar página tras la humillación. O no.
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