Muchos granotas nos hemos quedado boquiabiertos con el enorme despliegue del club en intentar blanquear la imagen del excomandante con su llegada. Pretenden que olvidemos la felonía de quien ni siquiera es capaz en toda su verborrea de pedir perdón o mostrar un mínimo arrepentimiento por su canallada hace un par de años. El culmen sería hacerlo capitán.
La felonía está consumada y ya tenemos en el interior del vestuario a quien en su día le dimos galones de comandante para, acto seguido, no tener ningún reparo en escupir nuestro escudo en cuanto vinieron mal dadas, rompiendo sus promesas inmediatas y dejándonos tirados con un palmo de narices cuando más necesitábamos referentes a lo que agarrarnos.
Ha regresado por decreto ley, en el ocaso de su carrera, sin contar con el criterio ni del secretario técnico ni del entrenador y pese a que de todos es sabido que su estilo de juego es poco efectivo en Segunda. Eso se llama nepotismo.
Nos ha dolido mucho su regreso. Y más todavía la falta de sensibilidad del club metiéndonoslo con calzador, intentando cambiar el relato de su cruel traición con un bombardeo de cifras, imágenes lacrimosas, frases vacías llenas de tópicos, entrevistas de blanqueo del personaje que sigue excusándose sin reconocer errores…
Hemos sentido una punzada en nuestra alma granota cada vez que hemos visto que el Levante UD alardeaba de su llegada, enorgulleciéndose de la humillación, pisoteando la dignidad de la entidad, rebajando nuestro club. Ni siquiera han tenido la delicadeza de usar un perfil bajo en su aterrizaje forzoso para que, poco a poco y con el discurrir de la competición, pudiera recomponer su maltrecha imagen e intentara ganarse a la afición con su rendimiento en el césped. No. Alfombra roja y peloteo. Quizá intuyen su decadencia futbolística.
Algunos nos tachan de intolerantes. “Hay que pasar página”, “aquello es pasado”, “en cuanto marque el primer gol le aplaudiréis a rabiar”… Lo siento, pero con nosotros que no cuenten. Ni siquiera ha ofrecido un mínimo atisbo de arrepentimiento ni ha sido capaz de pedir perdón o decir la verdad sobre lo ocurrido.
No era necesario volver a abrir la herida. Aquí no es bienvenido. Con nosotros que no cuenten.
Su llegada trae crispación en la grada, división social y desequilibrio en un vestuario donde va a ir de gallito. No pretendemos atribuirnos el derecho de condenar al infierno a nadie por sus hechos del pasado. A nivel personal le deseamos lo mejor… pero lejos de nosotros. No era necesario reabrir la herida. Aquí no es bienvenido.
Ni siquiera la esperada llegada del ejemplar y vigente campeón europeo Vicente Iborra (¡menuda diferencia!) ha podido quitar el mal regusto que tenemos en la boca. De hecho, el entusiasmo social por el regreso del de Moncada tras triunfar en Europa (¡este sí!) se ha visto reducido por la presencia del traicionero felón. Ya solo falta que al excomandante madrileño ahora también lo hagan capitán del equipo en sustitución de Postigo (un caballero). Son capaces. O no.
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